Muchas piscinas comunitarias están cerradas este verano debido a la pandemia de COVID, en algunas zonas casi todas están cerradas. Hay una explicación simple para esto, es decir las restricciones y peligros que surgen de esta peligrosa situación.
A primera vista, los requisitos para las piscinas comunitarias no parecen ser tan serios: número máximo de visitantes 75%, distancia mínima de 1,5 metros y limpieza y desinfección regular de la zona de la piscina. En la práctica, sin embargo, estas reglas resultan ser obstáculos importantes. El número máximo de visitantes no es simplemente el 75%, sino que también hay que tener en cuenta la distancia mínima. Para ello, las zonas de descanso de la piscina deben dividirse en zonas para que haya suficiente distancia entre las familias individuales. En el agua misma la pauta es de 2 metros cuadrados por persona. Por ejemplo, en una piscina de 10 por 20 metros, puede haber un máximo de 100 personas en la piscina. Hasta entonces, todo esto puede ser todavía factible. ¿Pero quién controla eso? Dado que, como han demostrado numerosos informes de prensa, lamentablemente no se puede confiar en el autocontrol de los visitantes, éste debe ser comprobado por un personal de seguridad. Y para la mayoría de las comunidades este es un factor de coste que excede por mucho el presupuesto previsto. Por cierto, no se debe permitir que un posible salvavidas existente haga esto, porque lo distraería de su trabajo real. Es lo mismo con la limpieza. Los tiempos previstos para la limpieza normal de la piscina no son suficientes para la limpieza y desinfección adicional, por lo que también hay costes adicionales para la comunidad. En consecuencia, muchas comunidades han decidido no abrir la piscina este año.